Los hongos suponen un agente infeccioso frecuente para la piel. Pueden situarse en el cuero cabelludo, en la piel y en las uñas, siendo ésta la localización más típica. En función del tipo de hongo y de la zona colonizada, la morfología de las lesiones es distinta.
Las formas más habituales de infección fúngica son la afectación ungueal, la de la piel de los pies (pie de atleta) y la pitiriasis versicolor. La primera se manifiesta como un engrosamiento de una o varias uñas de los pies, con un cambio progresivo del color de las mismas durante el curso de mesos o años.
El pie de atleta consiste en la aparición de descamación (con o sin picor) en los plieges de los dedos o en la planta del pie. En ocasiones puede ser inflamatoria y cursar con vesículas y ocasionar un prurito intenso.
En la pitiriasis versicolor, una forma muy frecuente en la gente joven, aparecen manchas blancas o marrones redondeadas en el tronco -sobre todo en la espalda- y con mucha tendencia a reaparecer anualmente en la época calurosa.
Sobre las infecciones fúngicas persistentes debe tenerse en cuenta que el tratamiento más efectivo y sencillo suele ser el oral. Aunque es posible resolverlas con preparados tópicos éstos deben aplicarse durante semanas y frecuentemente resultan muy incómodos. Cabe remarcar que el empleo de fármacos orales permite además reducir la contagiosidad de la infección a otras personas. Será la exploración del paciente, sus antecedentes y sus prefererencias lo que orientarán la mejor terapia en cada caso. Una vez resuelta la infección fúngica es posible emplear esporádicamente un gel o una fórmula magistral para evitar la recidiva de la misma.
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Referencias bibliográficas
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