Los lunares o nevus melanocíticos resultan de la agrupación de melanocitos, las células que dan el color a la piel. Son un hallazgo normal en el ser humano y suelen ir apareciendo a lo largo de la vida, iniciándose en la infancia y continuando hasta la edad adulta joven. Pese a que son formaciones fisiológicas de la piel, debido a su mayor concentración de células y a los cambios que sufren en su evolución, tienen un cierto de riesgo de degeneración a un cáncer de piel (melanoma).
El melanoma es un cáncer cuya incidencia ha aumentado drásticamente en los últimos años, especialmente en personas jóvenes. Tiene un carácter agresivo, con una tendencia rápida a la invasión de estructuras profundas y a la diseminación por otros órganos del cuerpo (metástasis). En este sentido cabe destacar que el aspecto primordial para reducir estos fenómenos es el diagnóstico precoz.
Debido a estos motivos es básico realizarse una revisión periódica de los lunares, y con mayor razón en función de sus hábitos solares, sus antecedentes personales y familiares. En cualquier sujeto es estrictamente obligatorio, como mínimo, un control anual de los lunares con su dermatólogo. En él se valorarán su aspecto y su evolución. En función del tipo de lunares y de los antecedentes de la persona, la periodicidad del mismo debe ser cada tres o seis meses.
En la actualidad la Dermatología se vale de una herramienta diagnóstica denominada Dermatoscopia en la cual se emplea un dispositivo manual o digital para la observación a gran aumento y con luz polarizada del pigmento de los lunares. El análisis de distribución del pigmento de los lunares permite valorar si su estructura es homogénea y regular, o bien si presenta cambios sugestivos de malignidad o de riesgo futuro de malignidad. El screening periódico con Dermatoscopia permite el diagnóstico precoz de lesiones cutáneas malignas y pre-malignas, mejorando su pronóstico. Es una prueba inocua para el paciente.
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